Chino (Ediciones de la Lumbre, 2020) del escritor y profesor de literatura Antonio Ostornol Almarza (Santiago, 1954), nos invita a hacer un viaje íntimo acompañados únicamente por el sonido del saxofón que es tan envolvente como devastador cuando la vida misma, frente al arte, te presenta a dos amores eternos, caprichosos e inolvidables: Dolores y Soledad.
Por Constanza Henríquez. IG: @chenriqueza
El silencio es la medida del dolor.
Abordada con una sensibilidad exquisita, la novela revela, además, los pormenores de una familia que poco a poco se va desintegrando a causa de los secretos que se instalan y crecen como un cáncer sin posibilidad de remisión total. El Chino, un apasionado por el saxo, busca un lugar en el mundo de la música pese a cargar con la sombra de su hermano mayor, del músico que todos extrañan y que nadie puede mencionar, porque el silencio cobra sus adeptos y de pronto se vuelve más ensordecedor que un grito.
Te ronda la genialidad, Chino, aunque no tengas cómo saberlo, le aseguró. Según él, le faltaba la convicción altanera y excluyente del que se sabe artista. Y sin esa fuerza interior, por más talento que tengas, no se llega muy lejos.
Pero el abandono. A veces se está tan dañado, tan roto que la seguridad te sienta como una impostora y no queda otra que improvisar un plan de vida, o una melodía en su defecto para encontrar ese algo que te permita de una vez por todas enterrar las manos en el suelo y descubrir, desesperadamente, que no hay raíces, o que si están, yacen muertas.
Por otro lado, la lectura te lleva a reflexionar sobre las relaciones interpersonales, porque aunque sean superficiales y no exista una entrega, no dejan de ser complejas, pues las heridas nunca terminan de cerrarse. Aprendes a acomodarte, a mitigar el dolor e incluso te resulta útil entablar una amistad con él. Sin embargo, estás solo. Inevitablemente pienso en la novela distópica de Aldous Huxley: Un mundo feliz (1931), donde señala que “si uno es diferente está condenado a la soledad”. Es cierto. Romper con los patrones significa hacerte responsable de un quiebre, estar a favor de la rebelión y, cuanto más cerca estés de la libertad, más te va seduciendo experimentar la vida en solitario, y no por opción, sino como consecuencia de ahondar en la verdad.
Era poeta y, cuando hacía el amor, era como si su cuerpo fuera la continuación de sus palabras.
Ahora me pregunto: La música, la danza, la escritura, entre otras expresiones artísticas, ¿son pasiones o necesidades para escapar del bullicio de la realidad? Tanta vehemencia puesta en un tipo de arte para finalmente sucumbir ante el dolor, tanta desenvoltura, tanto ímpetu e irreflexión para traspasar los límites del entendimiento humano. En fin, el arte está presente para sentir fuera de toda lógica y estructura.

Terminé de leer Chino escuchando jazz, agradecida de la música, de cada palabra como si fuera una nota musical, del silencio, de la soledad, incluso del dolor. Me quedé unos minutos abrazada a la nostalgia deseando ser un instrumento de viento, con el alma vibrando, con una media sonrisa dibujada en el rostro y ya no sintiéndome tan sola.
Constanza Henríquez