Por Camila Sierra – Fotografías por Julio Bustos
Nos separamos y es definitivo, declararon Mariana Montenegro y Milton Mahan en enero de este año. La dupla sanfelipense quemaba los barcos. Y ya era hora. Ambos tienen proyectos solistas y el dúo Dënver del 2008 no es el mismo que conocemos ahora. En fin. De miel y hielo son las relaciones humanas, y las musicales no están exentas de ello.
Viernes 17 de agosto y preferimos no hacernos expectativas, no queríamos defraudarnos. Y fue toda una grata sorpresa. Diane Keaton fue la piedra inaugural del concierto. Y se fueron a la segura. Aunque en realidad, con la canción que fuese la ansiedad la mataríamos bailando, saltando y gritando de emoción de todas formas. Esperamos este día durante meses. Quienes supimos de su quiebre a comienzos de este año cuando aún era secreto, sabíamos que a la despedida no podíamos faltar. Y así fue. Una Blondie atiborrada de treintañeros queriendo decir adiós a la banda que los acompañó durante una década con baladas románticas que probable escuchaban cada vez que sentían el corazón roto.
La emoción estalló hasta las lágrimas de algunas cuando a continuación tocaron Andén seis, canción del disco Totoral, que grabaron hace diez años en la casa de uno de sus amigos y que fue su primer single. Nos remontamos a un pasado no tan remoto, en el que YouTube recién aparecía y teníamos que bajar los discos por Utorrent o escucharlos por Myspace. Sonó Los Bikers y la sensación era casi la misma, aunque fuera del disco siguiente, Música, gramática y gimnasia, del 2010. Con Olas Gigantes la ovación fue magnánima. Los treintañeros románticos de la Blondie lo dieron todo, probablemente recordando a ese amor con el que corrieron al mar enamorados a eso de los veinte años. Y Mariana lo retrató muy bien: con un traje de baño color amarillo nos hizo sentir que estábamos en la playa, la misma que recorrimos con ese primer amor. Avanzaron al tercer disco, y mientras de fondo se veían imágenes de explosiones y palmeras fluorescentes, tocaron Las Fuerzas, tema que para muchos “es de las más hermosas”.

Entre agradecimientos y nerviosismo que se sentía en el ambiente, todo se sobrecogió un poco cuando Mariana tocó un tema sola, y todo el lugar volvió a estallar en aplausos. Seguimos con las lágrimas en la garganta, lágrimas que definitivamente rodaron por las mejillas cuando tocaron una canción muy íntima, que al parecer sólo los denverianos que tuvimos el disco Totoral en nuestro pendrive el 2008 conocíamos: Nuestro mundo de cosas que a nadie le interesan, canción que grabaron en su primer EP, cuando tenían 16 y 18 años. En él se refleja toda la inocencia que puede tener el amor de dos adolescentes y que a muchos, quizás, nos gustaría volver a sentir. Los tecladitos casi infantiles y sutiles de estos primeros discos, las guitarras tímidas, las voces suaves y las letras amorosas que hablaban de lo cotidiano fueron características que a muchos nos cautivaron, pero que de una u otra forma fue cambiando durante la carrera que terminaron juntos este fin de semana.
Con Mi Primer Oro hubo un cambio de ropa de la vocalista estrella del pop esa noche, y junto con ella entró una pareja de bailarines que acompañaron el show. Con ropa negra y unos elásticos brillantes que se movían con sus cuerpos, le dieron dinamismo a la velada. Del mismo disco (Música gramática, gimnasia, 2010) siguieron con Lo que quieras, una declaración de amor profundo en el que no solo habla de atreverse a cometer un genocidio, sino que se cita incluso a Los Planetas, una de las bandas que tanto a Milton como Mariana les inspira y les gusta mucho. Seguíamos en el año 2010 cuando tocaron Los Adolescentes y la pista entera bailaba sintiéndose de quince años. Poco a poco la fiesta del adiós se ponía bailable, haciéndonos olvidar a ratos que se trataba de la última vez que veríamos al grupo tocando en vivo. La pareja de bailarines volvió al escenario y junto a Mariana hicieron prácticamente una performance de Segundas Destrezas.

De explosiones y delitos fue el tema siguiente y la pista seguía en llamas, no sólo de baile, sino también de amor. No habían solo fans, sino que entre el público habíamos amigas, amigos, compañeras y compañeros que escoltaron al dúo durante sus diez años de trayectoria. Entre ellos el papá de Mariana, quien para confirmarle su asistencia dio el silbido característico de su familia, a lo que la cantante dio un enorme salto de felicidad. Sanfelipeños y santiaguinos tan importantes para ellos como la razón por la que decidieron separar sus caminos.
Volvimos a rememorar el 2008 con Insistes en volver y En medio de una fiesta y las ganas de que te tomen de la mano y que te lleven afuera de la fiesta con una excusa buena después de haber cumplido los treinta, aunque suene romántico y se suponga que este pasado de moda, están intactas. El mismo tremor cuando a continuación suena Miedo a toparme contigo pero en una versión mucho más rápida y bailable, pero no menos emotiva, y vuelven a salir lágrimas de emoción al saludo desde el escenario y la sensación de estar cantando juntas.
Romper con una relación de más de una década por reconocer las diferencias, internalizarlas y atreverse a cortar y lanzarse a lo desconocido, también es un acto político. La banda creadora de la banda sonora de la película chilena que ganó un premio Oscar pero que partió tocando en Taller Sol junto a Colectivo Etéreo pasó de ser del underground santiaguino a ser una estrella más de festivales altamente masivos y capitalizados como Lollapalooza. Y es que algunos preferimos a Dënver lowfile, que tocaban en locales pequeños, más experimentales y que no querían ser famosos. O bueno, al menos eso interpretamos. No sabemos si lo buscaron o no, pero definitivamente terminaron siendo una de las bandas pop latinoamericanas que para bien o para mal, marcaron la historia. O al menos de este terruño.
Afortunadamente tocaron pocas de Sangrecita, el más comercial de sus discos. Mi derrota fue una de ellas, en la que Mariana vuelve a bailar con lo que parece algo así como pudor (quizás en el fondo sabe que es el disco más malo de su extinta banda) para seguir con El fondo del barro, en la que Milk baila y canta con arrojo, haciéndonos sentir que verdaderamente no sabe lo que es ser amado. Aunque nunca nos gustó mucho, de todas formas tratamos de seguir la coreografía de Mai Lov, en la que Mari le pidió al público que la acompañara, ya que como dijo en la intro al tema, subió un tutorial a YouTube de la coreografía, para que no sólo la cantáramos sino también pudiéramos bailarla, así que muchos se la sabían. En la misma tónica tocaron Los Vampiros, en la que el público también sigue a la dupla con una coreografía.
Poco a poco nos acercamos al final del concierto. El maquillaje debió haberse arruinado, Mari. Total, verse linda no siempre es lo más importante. No volveremos a verles en vivo, no volveremos a reventar las discos y los locales cantando junto con ellos, pero seguiremos escuchando sus canciones cada vez que una amiga tenga que recogernos del suelo porque sentimos que nos morimos en el desamor o hagamos de nuestra pieza una fiesta, con luces de colores y cervezas.
Revista de gimnasia coronó la noche y la Blondie no sólo ardía de sudor, sino de emociones de todo tipo: la felicidad de haber tenido la fortuna de estar en un show tan íntimo como intenso, la tristeza de que no volverá a repetirse, pero con la certeza de que es la mejor decisión que pudieron haber tomado. Diez años de pop, amor, encuentros y desencuentros pareciera ser la cantidad perfecta para cerrar un ciclo. Ya no tenemos veinte años, ya no pensamos de la misma forma, pero nuestros corazones –los suyos y los de todas y todos sus seguidores- nos hacen tener la convicción de que las canciones que más nos gustan nos acompañarán por siempre.